Turismo termal en Uruguay despúes del Covid -19: sostenibilidad y digitalización para la transformación

Mg. Claudio Quintana, docente de la Lic. en Turismo, sede Salto Cenur Litoral Norte - Universidad de la República.
Desde hace un tiempo venimos sosteniendo que el modelo de termalismo en Uruguay es insostenible y no competitivo. La naturaleza dominante del COVID-19 en la vida económica y cotidiana y los cambios de gobierno nos permite una alineación rara donde la ventana de oportunidad para un reinicio está allí y es posible una nueva definición de las políticas y de la gestión turística que apunten a la transformación del modelo de termalismo uruguayo.

Claudio Quintana sinfondoColorUno de los objetivos de la política turística es promover el crecimiento o el desarrollo. En determinados momentos lo es promover la reconversión de la actividad turística, y al modelo de termalismo uruguayo le ha llegado la hora del cambio. Digitalización y sostenibilidad son los nuevos paradigmas que cobran especial importancia como elementos clave de la reconstrucción tras la crisis del coronavirus. Dos ejes fundamentales que deberán traducirse en propuestas concretas y en modelos de actuación y de financiación que puedan servir como orientación para la región termal.

El desafío de la sostenibilidad y la digitalización

La tradición histórica del termalismo en Uruguay se remonta a la década del cuarenta y el cincuenta. Por ese entonces se realizaron perforaciones en el norte del litoral uruguayo en búsqueda de petróleo. En vez de petróleo se encontró agua termal (que surge del Acuífero Guaraní). Con el tiempo, los lugares donde se encontró el agua termal, comenzaron a ser explotados con fines turísticos, dotándolos de distintas infraestructuras, equipamientos y generando distintas formas de implantación territorial: centros termales, parques acuáticos, hoteles con agua termal.
La sostenibilidad ambiental debería ser un asunto central para las termas.Si bien puede tener varias aristas, está claro que lo vinculado al agua termal (base del desarrollo del termalismo) debería ser de atención prioritaria. No lo ha sido. A modo de ejemplo, el vertido de agua termal en los arroyos – luego de su pasaje por las piscinas- es una práctica que se remonta a los inicios del termalismo en nuestro país. Para tener una idea, solo el excedente de los pozos termales asciende aproximadamente a ciento veinte mil litros por hora y por pozo. Imagine el lector lo que significa esta práctica desde hace 70 años. No se crea que tamaño despilfarro no ha sido advertido. Salvo algunas medidas puntuales (sistema de filtrado en piscinas, control de consumo de agua termal en función de la demanda- visitantes, o algunas experiencias de corta duración vinculadas con la integración en otros proyectos productivos del agua termal), las advertencias y denuncias han caído en el desierto de la indefinición en términos de políticas para los centros termales (algunas acciones aisladas no determinan una política). Si los efluentes de la industria, por ejemplo, están reglamentadas, ¿por qué los del agua termal nunca se han reglamentado?

En determinado momento planteamos la necesidad de una normativa de Recursos Termales del Uruguay. También ha caído en el desierto de la inacción pública. Una normativa de estas características podría incluiraspectos de protección del recurso, recomendaciones de tipos de estudios, directrices de gestión de centros termales, caracterización de las aguas, entre otras medidas. El momento político es oportuno, nuevas administraciones (nacionales y departamentales) y el contexto del covid-19 (seguridad sanitaria, problemática de las empresas y trabajadores del sector) abren la posibilidad de definir una política de transformación del modelo de termalismo uruguayo, en conjunto con los actores privados y la academia.
Durante las últimas décadas la región termal de Uruguay viene siendo el tercer destino en importancia en cantidad de visitantes anuales. A pesar del aparente éxito mirado en cantidad de visitantes, los problemas estructurales del destino se seguían arrastrando. Algunos informes ya lo venían sosteniendo desde el 2009 “los niveles de desempeño del destino no son competitivos ni pueden ser sostenibles a largo plazo. En términos generales, los centros termales registran algunos problemas de congestión y presentan aspectos de saneamiento y de equipamiento que deberían ser subsanados para una correcta adecuación de los mismos a los nuevos requerimientos de la demanda y de una gestión sostenible. ”Otros informes en el 2015, nuevamente remarcaban las principales problemáticas del destino, se señalaban otras (efluentes del agua termal, control de pozos y calidad de agua, necesidad de una normativa de recursos termales) y se planteaban algunas medidas de mejoras. Desde el 2012 al 2020 el Ministerio de Turismo con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) destinó aproximadamente unos 8 millones de dólares en la región del río Uruguay, y ni un solo dólar fue destinado a mejorar alguna problemática ambiental o de competitividad en los centros termales uruguayos. A pesar de la advertencia y solicitudes de técnicos, empresarios y políticos locales.

La llegada del COVID-19 generó un abrupto párate de la actividad a nivel internacional. Uruguay no fue ajeno a esta situación, no obstante, más localmente, cabe destacar la respuesta rápida y articulada del sector en la regióntermal para la reactivación. En mayo del 2020, se inició una movida desde la Comisión de Turismo del Centro Comercial e Industrial de Salto (CCIS) que sumó y articuló apoyos con el CENUR Litoral Norte de la Universidad de la República (Departamento de Turismo y Departamento del Agua), con la Cámara Uruguaya de Turismo (Camtur), las Intendencias de Salto y Paysandú y con el Gobierno Nacional a través del Ministerio de Turismo y el de Salud Pública. Se generaron instancias de discusión y formación para la reactivación de la actividad en la región y en julio se producía – con un protocolo Nacional- la apertura de la actividad turística en los parques termales de Salto y Paysandú. Resultado de ese movimiento para la reactivación, se concretó además “una propuesta Metodológica definida por un grupo de trabajo compuesto por investigadores del Laboratorio de Agua y Suelos del Departamento del Agua y del Laboratorio de Virología Molecular del CENUR Litoral Norte sede Salto, y equipo técnico del Laboratorio de Salud e Higiene de la Intendencia de Salto, para el análisis y monitoreo de parámetros físicos, químicos y microbiológicos en aguas subterráneas, efluentes de piscinas termales y aguas residuales de la zona Daymán de Salto y eventualmente otras zonas termales. Los resultados obtenidos serán un insumo para los tomadores de decisiones respecto a la gestión integrada y seguridad de las aguas.”

Estas acciones que surgieron como respuesta al covid-19 en la región, no deberían quedar como acciones aisladas. Los actores políticos de la región tienen la obligación de liderar un proceso público para impulsar la transformación profunda del modelo de termalismo en Uruguay. Ministerio de Turismo, Intendencias de Salto y Paysandú y la Universidad liderando dicho proceso tendiente a la elaboración de un marco regulatorio de los recursos termales para su uso con fines recreativos y/o turísticos, medicinales y terapéuticos; así como la definición de ese nuevo modelo de desarrollo del termalismo. Nuevo modelo que ineludiblemente deberá plantear acciones y proyectos en ámbitos de la gobernanza, la sostenibilidad, la accesibilidad y la tecnología y el conocimiento aplicado a la gestión del destino. Esto no es más ni menos que dar respuesta a problemas de saneamiento en algunos centros termales, sensores para el monitoreo de los pozos y el agua termal, uso racional del agua termal y efluentes, incorporación de la herramienta Big Data para el análisis de datos aportados por diferentes fuentes de información (desde el monitoreo del agua termal hasta conocer los principales mercados emisores, las preferencias y el comportamiento de los visitantes en el destino), la incorporación del conocimiento en la gestión y toma de decisiones (erradicar de una buena vez el talenteo y la improvisación en la gestión turística) por mencionar algunas posibles acciones. Todo ello redundará en mejoras en la calidad de las instalaciones, equipamiento e infraestructuras; en la prestación de los servicios; en la seguridad de los usuarios y el uso de las instalaciones y en calidad ambiental.

En definitiva, el turismo (en todos lados) se enfrenta a un reinicio, esta vez, ese reinicio tiene el potencial de ser transformador. La ventana de oportunidad está abierta, la decisión es política. ¿Se estará a la altura del desafío de transformar/ renovar? o ¿veremos el estancamiento y/o degradación de la región termal uruguaya?

 

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